Y repentinamente la mano se alzó hacia la calculadora, y los dedos comenzaron a dar pequenios saltitos sobre los números marcando una cifra en la pantalla. Mis pestanias se levantaron hacia el cielo razo, y una leve sonrisa se escapó de mis labios.
La sonrisa mortal del capitalismo, de la vida en relación de dependencia, de los miedos, y el confort. Se esbozó en mí la muerte de la libertad. Solo bastó ver una cifra, abstracta, virtual, esclavizante para que los suenios de una vida más salvaje, menos controlada, más humana, menos rutinaria, más enriquesedora, menos mezquina se desplomara de un soplido.
"Escribí en un papelito lo que creas que es tu esencia", me dijo una voz amiga. Accedí para que cada vez que venga el diablo verde a querer comprarme mi esencia, tenga en claro exactamente qué se llevaría de mí, en cómodas cuotas de por vida.
Y sufrí al sentir que se iban borrando las primeras letras de "ser idealista, no ser conformista con el mundo que existe, y ser libre". Me pregunto si mi inercia y mi cobardía harán que se queme el papelito entero y el sistema me atrinchere los pies al piso. Pienso que tal vez entonces, no sea esa mi esencia sino tan solo un deseo.
miércoles, 14 de abril de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario